Albaricoques de Alcaufar

No me gusta el calor. Creo que cada verano empiezo algún texto que empieza con esta frase. El calor me aplatana más de lo normal, me sale conjuntivitis y las piernas me pesan toneladas. Por eso, no entiendo quién me mandó a mi ir a pasar unos días a Menorca en pleno julio. Pero es que en Menorca está mi ahijada , Jusci, la hija adoptada de mi prima Moni. Jusci es congoleña,  tiene 10 años y pronto será más alta que yo. Mi prima la ha enviado a pasar el verano entero a Alcaufar con la abuela- mi tía Margot- que tiene una casita de pescadores frente al mar.

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Alcaufar

Alcaufar es un pequeño pueblo de veraneo enclaustrado en una cala estrecha de aguas turquesas, desde el que se divisa una antigua torre de vigilancia y el faro de Favaritx. En el municipio solo hay un hotel, así que la mayoría de veraneantes son familias de Mahón que tienen aquí su segunda residencia y  extranjeros que alquilan casa por temporada. Jusci se pasa el día dando vueltas por el pueblo con sus amigas menorquinas y apenas le vemos el pelo. Mientras yo me cuezo a la sombra del toldo intentando hacer la siesta, Jusci y su amiga Julia se filman con la tablet, bailan hip hop, juegan a clicks o a muñecas. Les he pedido varias veces que me dejen jugar con ellas, pero pasan de mi. Lo más chocante no ha sido asumir que no me dejen jugar con ellas, sino ver que ya tienen más pechos que yo.

A su edad – mi sexto de EGB – yo era todavía un boliche sin formas, aunque creo que ya no jugaba a muñecas. Como cada verano,  mis padres me facturaban a unos campamentos en Suiza para aprender inglés y subir montañas. Me lo pasaba bomba. Me enamoré de pijos griegos con nariz de estatua y de niños egipcios que nos hacían cantar en árabe antes de comer (Enta Habibi, Alhamdulillah ! ) o  bailar la danza del vientre con el cinturón del albornoz. Si tuviera pasta, me encantaría enviar a mi ahijada a estudiar inglés al extranjero y convivir con gente de todo el mundo. A menos de 1 km de Alcaufar está S’Algar, un recinto hotelero plagado de turistas ingleses. Les veo estirados en la tumbona alrededor de la piscina, embadurnados de crema, hojeando el Daily Telegraph o la típica  novela negra de

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jugando a muñecas a la hora del xubec

tapa blanda comprada a última hora en el aeropuerto, mientras los niños  chapotean en el agua.Si Jusci se pasara por allí podría practicar inglés, pero de momento lo único que hace es mejorar su acento menorquín cuando habla castellano, alargando las últimas sílabas, como si fuera una canción lenta. Una de mis palabras favoritas en menorquín es xubec, que quiere decir siesta. Parece ser que xubec se originó en los tiempos en que Menorca fue una colonia británica: proviene de la expresión inglesa ‘to bed’, ‘a la cama’.

Jusci tiene un punto de chica mayor, y a la vez es una niña. La última noche fuimos a cenar una  pizza a CalesFonts, un puerto muy animado, lleno de tenderetes de ropa y pulseritas,  y se vistió con minifalda, camiseta ajustada y una cesta de mimbre a modo de bolso. ‘Mírala, qué presumida’, pensé, hasta que descubrí que dentro del cabazo de mimbre llevaba escondido un muñeco.  ¿Podemos comprarle algo de ropa a la bebé?”, preguntó, echando un vistazo a los vestiditos para niños de una tienda. Y yo, como soy una floja y me encanta hacer regalos, le regalé un vestidito hippie de lunares para su “bebé”.

A la mañana siguiente, mi última mañana en Menorca, me levanté a las  6.45 para ir a correr. Es la única hora en la que aguanto el calor. No corría una pizca de brisa, pero en el Camí de Cavalls hay tramos en que las encinas y los ullastres hacen sombra, y los.muros de piedra aun no desprenden calor. Corrí una hora bien buena, procurando no torcerme un tobillo con un pedrusco y viendo cruzar las lagartijas, que aquí son de un verde brillante y mucho más esbeltas que en el Maresme.

A la vuelta me pegué un baño frente a las rocas, donde termina la cala d’Alcaufar. El baño del verano. El agua estaba cristalina y fría y, lo más importante, estaba sola. Me bañé sin la parte de arriba del bikini y sentí envidia de los hombres, porque desde pequeños van en topless y pueden disfrutar del placer que es sentir el mar abrazándote el pecho.
Al salir del agua , me senté en la toalla, con el sol de cara, en absoluto silencio. Los que me conocéis sabéis que no oigo bien y cuando me baño me saco el aparato del oído y me quedo a solas conmigo misma. Quizás debería hacerlo más, a veces no oír da mucha paz.
Al llegar a casa, me encontré  a mi tía Margot fumando un cigarrillo en el porche. Estaba exaltada. También se había levantado pronto para ir a meditar a las rocas  y se había caído de bruces. Por suerte no se hizo nada, mas allá de algún rasguño.  Eso te pasa por ir en chanclas, la reñí. Después desayunamos. Café, galletas Maruja y albaricoques de la isla, dulces y suaves como el terciopelo. Después de estos días en Menorca, he decidido que quiero un descapotable y comer albaricoques todo el día. (Bueno, y también Mars helado).

One thought on “Albaricoques de Alcaufar

  1. Salva July 15, 2016 / 8:34 am

    Gusta-me la crónica veraniega.

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