Rumanía y fideuá en una mesa electoral

2011 está siendo mi año de la suerte: me quedo sin novio, no tengo trabajo, como más pizza y mi madre me gana en el tenis a pesar de la pasta que me gasto en clases particulares con un profe buenorro (que tampoco me ligo). Para acabar, el pasado domingo me tocó ser vocal en la mesa electoral.

Al principio, cuando me enteré, me hizo ilusión. “Es mi deber. ¡Por la democracia!”, me dije a mi misma cuando abrí el sobre certificado que te envían a casa para comunicártelo. Este engañoso sentimiento de alegría lo asocio a alguna mala pasada de mi subconsciente, marcado por el hecho de haber vivido cuatro años en China, donde no hay sufragio universal. La otra razón de mi felicidad temporal fue leer  que me iban a pagar 62,61euros netos por ser vocal. Más que por escribir un artículo de Cultura en Público.

Haciendo memoria de lo ocurrido el domingo, sigo convencida de que el dinero fue lo mejor. Me lo pagaron al principio de la jornada, todo en cash, bien guardadito dentro de un sobre de Caixa Laietana (todavía existe?!), junto a un recibo del Ministerio del Interior.

En España hay cerca de 60.000 mesas electorales, cada una con su presidente y sus dos vocales. Así que como mínimo el gobierno se gastó  3,75 millones de euros en retribuciones a los miembros de las mesas electorales. Sugiero que para las próximas elecciones, en lugar de elegir por sorteo a los vocales, se asigne a gente en el paro.

La presidenta de mi mesa era la Sra. Virtudes, una cincuentona regordeta  de Sta Coloma de Gramanet, que hace un año se mudó a  Cabrera de Mar.  Para los que no lo sepáis, Cabrera de Mar, o Cabrere sur merde, es el pueblo donde he vivido desde los diez años, un paraíso de jabalíes y ruinas romanas en la falda del mount Burriac (401metros).

castell de Burriac, en Cabrera de Mar

La Virtudes se tomó el rol de presidenta muy en serio. Se había pasado toda la noche subrayando el libro de instrucciones y nos dejó muy claro que ella estaba por encima de nosotros, los vocales:  Joaquim, el ex carnicero del pueblo, reconvertido en promotor inmobiliario, y yo. La hija de Joaquim iba conmigo a clase y enseguida nos pusimos a charlar. Cuando ya empezábamos a intimar, la Virtudes nos pegó una  bronca descomunal al proponerle que nos dejase sentar a los dos juntos para poder compartir la lista del censo electoral, y así no tener que chillarnos los nombres por encima de su moño lacado.

“¡La presidenta siempre se ha sentado en el centro  de la mesa. Siempre ha sido asi y ahora no lo vamos a cambiar!”, nos chilló Virtudes muy enfadada. “Por algo me he pasado toda la noche leyendo el libro”, nos recordó una vez más. Virtudes has the power. (aunque yo me releí las instrucciones un par de veces y en ningún lugar especifica cómo deben sentarse los vocales en la mesa).

Más tarde, yo creo que Virtudes se arrepintió de haber sido san estricta porqué su sitio era el más aburrido de todos. Lo único que hacía era recoger el DNI. En cambio, Quim y yo pudimos pasar ocho horas escribiendo nombres a mano y subrayar con una regla.

A las nueve de la mañana es cuando empiezan a llegar los votantes madrugadores, es decir, los abuelos o los padres de los que vendrían por la tarde. En la mesa electoral descubrí que en mi pueblo hay auténticas “nissagues” familiares. También fue como dar un cursillo intensivo de onomástica local. Conclusión: en Cabrera de Mar, un 60% de la población se apellida Viñals. El 30% restante, Botta, Pujol o Teixidó. Tanta repetición de nombres siembra confusión: Por la tarde vino a votar un señor llamado Juan Viñals Viñals que, según nuestra lista,  ya había votado por la mañana. Hubo un momento de tensión.  “Vostè ja ha votat”. “Que no” “Que sí”. “Que no, que hi ha un altre Joan, molt és gran que jo, que sempre ens confonen. Fins i tot un dia li van fer arribar per correu una beca d’estudis que era per mi”

No recuerdo cómo, pero al final Joaquim y yo hicimos un buen apaño. Siento comuicaros que a pesar de este incidente, el resultado del 20N sigue siendo válido.

Para Virtudes, la jornada electoral fue una oportunidad para integrarse en el pueblo. La mujer hace menos de un año que se vino a vivir al Maresme, buscando tranquilidad.  Se ha comprado una casa apareada en el Mas Terrillo, una urbanización apartada, junto a la autopista. ¿Vostè viu al carrer Garbí, no?”, preguntaba Virtudes con una sonrisa forzada a toda persona que se acercaba a la urna y cuyo rostro le resultaba familiar. “És que som veïns, sap..”, decía la Virtu sin dejar de sonreír. Lo que la presi  no sabe es que para conseguir la total integración en Cabrere sur merde  es necesario que aprenda a pronunciar bien los apellidos catalanes. Nada de pronunciar  “Amigo” en lugar de “Amigó”, o  “Sola”, en lugar de “Solà”.  Algunos votantes parecían ofendidos de verdad al escuchar su apellido mal pronunciado. Pf.

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Mientras la presidenta rellena papeles y más papeles, Joaquim me cuenta sus viajes a Rumanía, donde ha invertido mucho en la compra de terrenos, que luego alquila a grandes superficies como Decathlon. “Rumanía crece un 3% mientras aquí nos hundimos en la crisis”, dice Quim. También me explica que mi abuela, que veraneaba en Cabrera, cuando iba a su carnicería siempre le preguntaba lo mismo:

– Per què el llomillo de la teva carnisseria no fa mai “pudor de mascle”? ( por qué el lomo que vendes tu no huele a macho?).

-Tan senzill com això: perquè jo sempre compro porcs-femella, Sra. de Rodés! – le respondía él.

Nuestra interesante conversación sobre cerdos y Rumanía fluye por encima del moño de la Virtudes, sentada en medio, haciendo ver que no nos oye.

QUim me ha invitado a ir con él a Brasov, una ciudad perdida en Transilvania, donde planea invertir en construcción de viviendas nuevas. “Rumanía está mucho mejor de lo que la gente se piensa”, insiste. “Allí toda la gente joven habla inglés y francés. Ya me dirás quién en este pueblo es capaz de hablarte en inglés”, se lamenta Quim. Me enseña una foto de Brasov en su Iphone: veo una ciudad enmurallada, con un centro histórico muy bien conservado.

Brasov (photaki.es)

Quim nació en Cabrera, igual que su esposa, sus padres y sus abuelos. Ha empezado a viajar hace poco, pero le gusta mucho. Ha estado en lugares tan lejanos como la India y Bariloche, lugares a los que ya no teme ir “desde que descubrí un truco infalible contra la diarrea: quicos y Coca Cola. Te dejan como nuevo”, me asegura.

El día de las elecciones Quim se escapa para comer en casa de su hermana Victoria, apoderada local de E.R.C, que ha pasado a primera hora por  nuestra sala para comunicarle que ha cocinado una escudella “lleugereta”.

Como nos aburrimos, hacemos una porra entre los tres para ver quién adivina el porcentaje de participación en nuestro distrito. Quim promete que si pierde nos invitará a una fideuá. Presume de saber hacer la mejor fideuá del mundo por 1,5euros el plato. ¿El truco? “Un buen suquet y en lugar de marisco, pongo fotos de peces”, bromea.

El tema de la comida da mucho de sí a la hora de entretenernos. Pero también rajar de los políticos y la crisis.  ¿Qué hará Rajoy con la sanidad pública ? ¿Se expandirán los recortes de Mas a toda España? “Probablemente es lo que hay que hacer para evitar que la gente abuse de los servicios púbicos”, opina Quim. Me explica que sus padres, ya mayores, estan acostumbrados a pedir el servicio de ambulancias para ir al Hospital de Mataró, donde deben hacerse unas pruebas regularmente algunas mañanas. Por la tarde van en taxi al Carrefour. “Si son capaces de pagarse un taxi para ir a comprar, por qué no se pagan también un taxi para ir al hospital?, se pregunta Quim.

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La hora punta  para  ir a votar en Cabrera es entre las 12 y las 3 de la tarde. La gente viene en familia, como si votar fuese como ir a hacer el vermut. Se quedan en el patio del colegio, se saludan con los vecinos y se pegan el rollo mutuamente. Opinar es gratis. La cuestión es quién la dice más gorda.

salió a hacer footing y decidió aprovechar para votar

Un chaval de unos veinte años  ha venido a votar en gayumbos,  todo sudado. Apenas puede respirar. Su jadeo parece decir “pasaba corriendo y he parado a votar”. Intento fijar la mirada en su DNI. Sus pantalones cortos dejaban a la vista más de lo que yo estaba dispuesta a observar esa mañana. Y eso que observar, observé mucho. Por ejemplo:

1. que un buen número de adultos intenta aparentar que les hace ilusión acompañar a sus padres a votar, cuando en el fondo lo que que quieren es manipular su papeleta. Especialmente si sus padres tienen  más de 85 años, apenas pueden hablar o sostenerse en pie. “Molt guapa, mamà, ja has votat”, le ha dicho un hombre mientras ayudaba a depositar la papeleta a su madre, una anciana de rostro arrugado y dulce, pero con pinta de no enterarse de nada. ¡Coerción! tendríamos que haber gritado.

2. que los que se esconden detrás de las cortinas para rellenar su papeleta no son los que quieren mantener en secreto su voto, sino los que pretenden hacer alguna gamberrada. He de decir que algunos vecinos de Cabrera han sido muy creativos a la hora de producir votos nulos, especialmente con la papeleta correspondiente all Senado. Al abrir los sobres color sepia (¿por qué? por qué? por qué color sepia?) encontramos banderitas y frases hechas con recortes de revistas.Otros prefirieron dibujar o escribir tonterías. Según leo en la prensa, el voto nulo al Senado ha aumentado cerca del 50% respecto a las elecciones del año  2008.

Lo que la gente no sabe es que cada voto nulo significa más horas de trabajo para los desgraciados de los vocales. Durante el recuento, cada papeleta no válida deber sellada y firmada por los tres miembros de la mesa. Después se envían a la Junta Electoral de la Provincia.

Estuve un tiempo bastante largo cagándome en el Senado. Pero rabié de verdad cuando pasadas las 11 de la noche identifiqué en una papeleta sepia la letra de médico de mi madre.  “Pepito de los palotes”, había escrito.  Diez minutos después mi madre me llamó por teléfono para preguntarme dónde diablos estaba, porque ya no me esperaban para cenar. “¿Contando votos, aún?”- exclamó sorprendida. “Pero si en la tele ya han dicho que ha ganado Rajoy”.

instrumento suministrado por el Ministerio del Interior para abrir las urnas electorales. Mis colegas chinos llegan a estar metidos ocho horas en una sala y del aburrimiento lo utilizarían para cortarse las uñas de los pies.